viernes, 29 de enero de 2010



A.∙.L.∙.G.∙.D.∙.G.∙.A.∙.D.∙.U.∙.

LOGIA SIMBOLICA “NUEVO ORDEN Nº 41” ORIENTE DE MANTA

UN MAGNICIDIO QUE AVERGÜENZA AL MUNDO



Triunfada la revolución, "el mayor error que comete el liberalismo es no liquidar el latifundio, dejando intacta, por consiguiente, la estructura semi-feudal del país. Y con esto deja también intacta la fuerza económica de los terratenientes desplazados del Poder, que equivale a no tocar, la base de su fuerza social y política".

Y esto sucede porque la burguesía ecuatoriana era débil aún y la industrial, aquella interesada en la expansión del mercado interno y en la mejora de la vida del campesino que le hubiese convertido en un buen consumidor, es casi nula; brilla por su ausencia en el proceso revolucionario. Nuestra burguesía era, y es, comercial y exportadora, esencialmente, y por lo mismo mantiene estrechos vínculos con el latifundismo que es dueño de los productos que aquella exporta. .Muchas veces, hay comerciantes y latifundistas a la vez; por eso, la revolución se atasca, sobre todo en el asunto agrario. Los participantes en la revolución aceptan algunas reivindicaciones en el campo del humanismo, es decir supresiones de impuestos, obligaciones ante la Iglesia, etc., pero no se plantea un reparto de tierras, por lo menos de las ociosas. El mismo General Alfaro no tiene esta perspectiva política. Con una ingenuidad que asombra, quiere solucionar el problema del concertaje, por ejemplo, mediante un acuerdo con los hacendados; y llega a decir: "He tenido el propósito de reunir en Guayaquil a los dueños de haciendas para que escogieren los medios de llegar a un resultado satisfactorio tanto para el patrono como para el infeliz concierto". Y hay más todavía, teme la insurrección indígena, cuando confiesa lo siguiente: "No dejaré de consignar, de paso, que debido a la protección que, por humanidad y justicia, había otorgado mi Gobierno a la clase indígena desvalida, estuvo en mi mano levantarla como elemento de exterminio contra mis frenéticos enemigos políticos y no lo hice porque esa medida entrañaba feroz y sangrienta venganza por parte de una raza que, bárbaramente vejada durante siglos de opresión exterminadora, no habría dejado, en represalia, ni vestigios de sus legendarios opresores...". Esta concepción proviene, seguramente, de su condición del masón humanista que auspicia vida y no muerte pero, de nada sirvió su sacrificio, pues murió como Salvador Allende, su hermano de Logia, víctima del más cruel salvajismo que registra la historia universal.
Ni siquiera los latifundios que son expropiados a la Iglesia mediante la Ley de Beneficencia, son repartidos a los campesinos. Pasan a manos del Estado que, convertido en esta forma en nuevo latifundista, mantiene la servidumbre del indio y la inicua explotación de antaño.
Entonces, este es el error fatal de la Revolución Liberal de 1895, cuyas consecuencias, sigue pagando el pueblo ecuatoriano y el mismo Eloy Alfaro pagó, en su tiempo, siendo víctima de sus propios "correligionarios" que no eran más que conservadores camuflados de liberales, incrustados en su gobierno.
Si tuviésemos que encontrar culpables de ese crimen, deberíamos empezar por los liberales de derecha, en verdad propietarios de enormes feudos y títulos nobiliarios, que se filtraron en la revolución; el partido conservador con su natural auspiciante, la Iglesia, dueña de cientos de feudos en el Ecuador y, cuando no, el imperialismo norteamericano que negó, por orden de su gobierno, la protección diplomática al General Alfaro; y es que su odio hacia el guerrillero heroico, provenía de su permanente lucha en defensa del patrimonio nacional, negándose a vender las Islas Galápagos o, evitando caer en la trampa de sus hipócritas empréstitos; y de su lucha solidaria con la causa de los países centroamericanos que tenían en Eloy Alfaro a su más elocuente defensor. Por todas estas circunstancias, nuestro querido y respetado hermano, Eloy Alfaro, se había convertido en un peligro para quienes estaban interesados no en la libertad del ECUADOR SINO EN MANTENER EL VIEJO Y CADUCO ESTADO DE COSAS QUE SOBREVIVÍAN DESDE EL TIEMPO DE LA COLONIA; y, bajo este pensamiento van dando forma al macabro plan de asesinato del mejor ecuatoriano de la historia.
El asesinato del General Montero, en Guayaquil, ya es el anuncio de lo que la derecha asesina pretendía hacer, y con la venia del gobierno de Leónidas Plaza, dizque coideario de Alfaro, y la ágil manipulación de la Iglesia en la población creyente, se logra apresar a los dirigentes de la Revolución, todos hermanos masones: Eloy Alfaro, Luciano Coral, Medardo Alfaro, Manuel Serrano, Flavio Alfaro y Ulpiano Páez. Se los conduce, qué ironía, en el mismo tren que con tanto empeño, entusiasmo y cariño fue construido por el General Alfaro, hasta Quito y de allí, directamente a las mazmorras del panóptico. Desde muy temprano, del día 28 de enero de 1912, hay movimiento en el penal...se escuchan tiros..eran , más o menos las once de la mañana ; luego saldrá la caravana de asesinos con los martirizados hermanos a cuestas. En esta parte, mejor será dejar al testigo de esta horrorífica escena, Monseñor González Suárez, decir su testimonio...: "Me acerqué disimuladamente a la ventana y observé lo que pasaba.. .como en los días de verano vuelan las hojas secas...así me pareció la turba de gente...La expectativa era evidente, se oyó un gran alboroto en la plaza, "traían los cadáveres de Eloy Alfaro y Ulpiano Páez, dice el impasible narrador, éste desnudo hasta la cintura, aquel del todo en cueros, enteramente en pelota"...El cadáver de Páez era arrastrado de espaldas, boca arriba; el de Don Eloy, en ese momento, no iba arrastrado por el suelo sino que lo llevaban al aire, como columpiándolo". Este es un fragmento de una de las cartas que el obispo González envía a sus superiores comentando sobre el suceso y tratando de justificar al clero de su complicidad en el asesinato. Pues, el mismo González recomienda a su superior: "Me parece muy necesario que estas cartas se conserven ocultas hasta después de mi muerte y, entonces, V.Ilma.hará de ellas el uso que su prudencia le sugiera. No conviene que ahora sean publicadas. Sírvase guardarlas con reserva (22 de marzo de 1912).. Como se puede ver, está más claro que la Iglesia católica estuvo mezclada en el asesinato; por ello, José Peralta, cumbre ideológica del pensamiento liberal ecuatoriano diría, refiriéndose a González Suárez: "Olvidóse el historiador que los ocultadores de una maldad, los que esconden el cuerpo del delito y el nombre del delincuente, se convierten en cómplices por el silencio: y que aquel que no reprueba una inequidad, debiendo hacerlo, se hace partícipe en ella, a los ojos de la moral universal". Inoficioso es, decir que este cometario no le hacía nada a la Iglesia pues ella había resuelto, con sus socios conservadores camuflados de liberales, matar a los mejores combatientes por la libertad.
Sería injusto responsabilizar al PUEBLO, de lo sucedido, como quiere hacer creer la Iglesia, fue una pequeña parte de él, la cautiva, la engañada, la amenazada con el infierno, la más débil mentalmente, la que actuó en tan salvaje hecho.

Parécenos ver al "misericordioso" discípulo de Jesús, dice José Peralta, pegado a los vidrios del palacio arzobispal, y mirando disimuladamente aquella escena de antropófagos, como quien presencia un suceso cualquiera, indiferente, ( y yo añadiría, un partido de fútbol...) o lo que es más seguro, con la risa que le retozaba en los labios, ante el cadáver del Reformador, arrastrado en pelota, a los gritos de ¡Viva la religión!, ¡Mueran los masones). Y digo salvaje, por decir lo menos, si tuviésemos que atender a lo que se dice en el resultado de la autopsia de los masacrados, presentada en el juicio iniciado por tan funesto agravio. "De los ilustres ecuatorianos masones masacrados innoblemente, sólo quedó:"1º.un tronco de cadáver sin cabeza, ni brazos ni piernas, completamente carbonizado; 2º. Otro cadáver, también carbonizado, sin cráneo, sólo con parte de cara, roto el brazo derecho, con los intestinos fuera, despedazados; 3º. Otro igual al primero, horriblemente mutilado, sin cabeza y carbonizado; 4º Otro cadáver con todas las visceras despedazadas con solo la cara y todo él carbonizado, con excepción de los pies; 5º, Finalmente, un cadáver horriblemente quemado, sin cráneo, brazos ni piernas, todo él mutilado y con los intestinos fuera. Según informaciones de algunos de los presentes, el primero era del General Eloy Alfaro". Queridos Hermanos, el fanatismo religioso, a lo largo de la historia de la humanidad, ha cometido y, seguramente, seguirá cometiendo crímenes horribles, perversos contra la persona humana anteponiendo el pretexto de defender la "cruz y la santa eucaristía" y para lograrlo no importa la mentira, la calumnia y, finalmente, el crimen y eso, pasó en el Ecuador, nuestra Patria, y es obligación y derecho comunicar esta parte triste de la historia, a nuestros descendientes para que no caigan en la tentación de cometer los mismos errores y permitir que se cometan. No olvidemos que entre los "masones" que rodearon al General Alfaro, hubo algunos que formaban el nido de traidores y copartícipes del asesinato; eran aquellos que habían ingresado a la masonería solo para proteger sus intereses y que, casi de inmediato al asesinato del Hermano Alfaro, auspiciaban la "Coalición liberal-conservadora", en Guayaquil se formó un Comité Central de esta tendencia en el cual estaban los señores: Alfredo Baquerizo Moreno, José Luis Tamayo, Carlos Carbo Viteri, Ezequiel Palacios, Martín Aviles, Rafael Guerrero, Enrique Baquerizo Moreno, José Eliodoro Aviles, Enrique Cueva y otros más. Muchos de estos personajes llegaron a ser hasta presidentes de la República y ocuparon altos cargos en los gobiernos subsiguientes al asesinato de Alfaro. No olvidemos, tampoco, que 16 masones fueron ministros del General Eloy Alfaro y de entre ellos, Freile Zaldumbide, acusado de ser, con Leónidas Plaza, autor intelectual del magnicidio. ( a propósito de esta denuncia, "léase el libro de Luis Eduardo Bueno, El mes Trágico y allí se podrán leer los nombres de estos masones").

Consciente estoy que ninguna palabra o acción puede devolver la vida de nuestros seres queridos y no queridos, pero también sé que los buenos recuerdos, y ese es el caso de nuestro querido Hermano JOSÉ ELOY ALFARO DELGADO, debemos, como a las plantas, regarlos cada día con acciones de devoción y respeto a la libertad y justicia; a fin de que sus enseñanzas siempre se mantengan frescas, ejemplares, y sigan dándonos no el brillo engañoso del fuego fatuo de tumba, sino la luz nutriente que todo masón proyecta desde su Oriente Eterno aun después de los 98 años de su ausencia.


Manta, enero 28- 2010 (G, Bolívar Andrade A. M.·. M.·.)